viernes, 6 de abril de 2012

Pasión y Muerte de Jesús


Mateo 27

1  Y VENIDA la mañana, entraron en consejo todos los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos del pueblo, 
contra Jesús, para entregarle á muerte.
2  Y le llevaron atado, 
y le entregaron á Poncio Pilato presidente.
3  Entonces Judas, el que le había entregado, 
viendo que era condenado, 
volvió arrepentido las treinta piezas de plata 
á los príncipes de los sacerdotes y á los ancianos,
4  Diciendo: Yo he pecado entregando la sangre inocente. 
Mas ellos dijeron: ¿Qué se nos da á nosotros? Viéras lo tú.
5  Y arrojando las piezas de plata en el templo, partióse; 
y fué, y se ahorcó.
6  Y los príncipes de los sacerdotes, 
 tomando las piezas de plata, dijeron: 
No es lícito echarlas en el tesoro de los dones, 
porque es precio de sangre.
7  Mas habido consejo, 
compraron con ellas el campo del alfarero, 
por sepultura para los extranjeros.
8  Por lo cual fué llamado aquel campo, 
Campo de sangre, hasta el día de hoy.
9  Entonces se cumplió lo que fué dicho 
por el profeta Jeremías, que dijo:
 Y tomaron las treinta piezas de plata, 
precio del apreciado, 
que fué apreciado por los hijos de Israel;
10  Y las dieron para el campo del alfarero, 
como me ordenó el Señor.
11  Y Jesús estuvo delante del presidente; 
y el presidente le preguntó, diciendo: 
¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices.
12  Y siendo acusado por los príncipes de los sacerdotes, 
y por los ancianos, nada respondió.
13  Pilato entonces le dice: 
¿No oyes cuántas cosas testifican contra tí?
14  Y no le respondió ni una palabra; 
de tal manera que el presidente se maravillaba mucho,
15  Y en el día de la fiesta acostumbraba el presidente 
soltar al pueblo un preso, cual quisiesen.
16  Y tenían entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás.
17  Y juntos ellos, les dijo Pilato; 
¿Cuál queréis que os suelte? 
¿á Barrabás ó á Jesús que se dice el Cristo?
18  Porque sabía que por envidia le habían entregado.
19  Y estando él sentado en el tribunal, 
 su mujer envió á él, diciendo: 
No tengas que ver con aquel justo; 
porque hoy he padecido muchas cosas 
en sueños por causa de él.
20  Mas los príncipes de los sacerdotes y los ancianos, 
persuadieron al pueblo que pidiese á Barrabás, 
y á Jesús matase.
21  Y respondiendo el presidente les dijo: 
¿Cuál de los dos queréis que os suelte? 
Y ellos dijeron: á Barrabás.
22  Pilato les dijo: 
¿Qué pues haré de Jesús que se dice el Cristo? 
Dícenle todos: Sea crucificado.
23  Y el presidente les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? 
Mas ellos gritaban más, diciendo: Sea crucificado.
24  Y viendo Pilato que nada adelantaba, 
antes se hacía más alboroto, 
tomando agua se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: 
Inocente soy yo de la sangre de este justo veréis lo vosotros.
25  Y respondiendo todo el pueblo, dijo: 
Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.
26  Entonces les soltó á Barrabás: 
y habiendo azotado á Jesús, 
le entregó para ser crucificado.
27  Entonces los soldados del presidente llevaron á Jesús 
al pretorio, y juntaron á él toda la cuadrilla;
28  Y desnudándole, le echaron encima un manto de grana;
29  Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, 
y una caña en su mano derecha; 
é hincando la rodilla delante de él, le burlaban, 
diciendo: ¡Salve, Rey de los Judíos!
30  Y escupiendo en él, tomaron la caña, 
y le herían en la cabeza.
31  Y después que le hubieron escarnecido, 
le desnudaron el manto, y le vistieron de sus vestidos, 
y le llevaron para crucificarle.
32  Y saliendo, hallaron á un Cireneo, que se llamaba Simón: 
á éste cargaron para que llevase su cruz.
33  Y como llegaron al lugar que se llamaba Gólgotha, 
que es dicho, El lugar de la calavera,
34  Le dieron á beber vinagre mezclado con hiel: 
y gustando, no quiso beber lo.
35  Y después que le hubieron crucificado, 
repartieron sus vestidos, echando suertes: 
para que se cumpliese lo que fué dicho por el profeta: 
Se repartieron mis vestidos, 
y sobre mi ropa echaron suertes.
36  Y sentados le guardaban allí.
37  Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: 
ESTE ES JESUS EL REY DE LOS JUDIOS.
38  Entonces crucificaron con él dos ladrones, 
uno á la derecha, y otro á la izquierda.
39  Y los que pasaban, le decían injurias, 
meneando sus cabezas,
40  Y diciendo: Tú, el que derribas el templo, 
y en tres días lo reedificas, sálvate á ti mismo: 
si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.
41  De esta manera también los príncipes de los sacerdotes, escarneciendo con los escribas 
y los Fariseos y los ancianos, decían:
42  á otros salvó, á sí mismo no puede salvar: 
si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, 
y creeremos en él.
43  Confió en Dios: líbrele ahora si le quiere: 
porque ha dicho: 
Soy Hijo de Dios.
44  Lo mismo también le zaherían los ladrones 
que estaban crucificados con él.
45  Y desde la hora de sexta fueron tinieblas 
sobre toda la tierra hasta la hora de nona.
46  Y cerca de la hora de nona, 
Jesús exclamó con grande voz, diciendo: 
Eli, Eli, ¿lama sabachtani? 
Esto es: 
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
47  Y algunos de los que estaban allí, oyéndolo, decían: 
A Elías llama éste.
48  Y luego, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, 
y la hinchió de vinagre, y poniéndola en una caña, 
dábale de beber.
49  Y los otros decían: Deja, veamos si viene Elías á librarle.
50  Mas Jesús, habiendo otra vez exclamado con grande voz, 
dió el espíritu.
51  Y he aquí, el velo del templo se rompió en dos, 
de alto á bajo: 
y la tierra tembló, y las piedras se hendieron;
52  Y abriéronse los sepulcros, 
y muchos cuerpos de santos que habían dormido, 
se levantaron;
53  Y salidos de los sepulcros, después de su resurrección, 
vinieron á la santa ciudad, y aparecieron á muchos.
54  Y el centurión, 
y los que estaban con él guardando á Jesús, 
visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, 
temieron en gran manera, diciendo: 
Verdaderamente Hijo de Dios era éste.
55  Y estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, 
las cuales habían seguido de Galilea á Jesús, sirviéndole:
56  Entre las cuales estaban María Magdalena, 
y María la madre de Jacobo y de José, 
y la madre de los hijos de Zebedeo.
57  Y como fué la tarde del día, 
vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, 
el cual también había sido discípulo de Jesús.
58  Este llegó á Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús: 
entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo.
59  Y tomando José el cuerpo, 
lo envolvió en una sábana limpia,
60  Y lo puso en su sepulcro nuevo, 
que había labrado en la peña: 
y revuelta una grande piedra á la puerta del sepulcro, 
se fué.
61  Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, 
sentadas delante del sepulcro.
62  Y el siguiente día, que es después de la preparación, 
se juntaron los príncipes de los sacerdotes 
y los Fariseos á Pilato,
63  Diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré.
64  Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el día tercero; porque no vengan sus discípulos de noche, 
y le hurten, 
y digan al pueblo: Resucitó de los muertos. 
Y será el postrer error peor que el primero.
65  Y Pilato les dijo: Tenéis una guardia: 
id, aseguradlo como sabéis.
66  Y yendo ellos, aseguraron el sepulcro, 
sellando la piedra, con la guardia.

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